Comentario
Capítulo LXXIX
De cómo Hernando Pizarro llegó en España, donde andaban grandes nuevas del Perú, viendo tanta riqueza como de él venía; y lo que hizo Hernando Pizarro en la corte
Habiendo llegado Hernando Pizarro a la Tierra Firme y los que con él iban con tanta plata y oro, que llevarían las naves lastradas de este metal, salió luego del Nombre de Dios, y a cabo de algunos días llegó a España. Entró en Sevilla con todo el tesoro. Desasosegó a toda España esta nueva porque sonaba por toda ella que la Contratación estaba llena de tinajas y de cántaros de oro y de otras piezas admirables y de gran peso. No se hablaba sino del Perú, moviéndose muchos para ir a ello. Hízose luego correo al emperador, de estas cosas. Supo la nueva en Calatayud, cerca de Zaragoza, en el reino de Aragón porque había ido a tener Cortés en Monzón. Antes de esto, había venido a su majestad nueva de lo del Perú por vía de Nicaragua, mas ahora se supo más bastantemente y mandó que Hernando Pizarro viniese a Toledo donde su majestad vio muchas de aquellas piezas tan grandes y ricas que le traían de los quintos. Informóse de las cosas de aquella tierra, de la calidad y disposición de ella, y cómo vivían sus moradores y naturales, si imprimieron en ellos la fe y otras muchas cosas, a todo lo cual Hernando Pizarro le respondió con mucha cordura y prudencia. Mandó al aposentador que lo aposentase en la ciudad, diciendo que se tenía por bien servido de su hermano Francisco Pizarro y de Almagro, y que les haría siempre mercedes.
Dicen que estando en la corte, Hernando Pizarro procuraba por las vías que podía de aniquilar la persona de Almagro oscureciendo sus servicios. Mas que llegando Cristóbal de Mena informó al contrario de aquello, dando cartas de Almagro al emperador y a los señores del Consejo. Mas todavía cuentan que Hernando Pizarro se estaba en su propósito, deseando que no le diesen a Almagro ninguna gobernación. Mas como el emperador, sea tan cristianísimo príncipe y en aquellos tiempo, se creía que estaban las Indias bien gobernadas por gobernadores, fue servido de que Almagro gobernase doscientas leguas de costa delante de lo que Pizarro gobernaba, pues tanto trabajo hizo para que se hubiese descubierto el Perú. Hernando Pizarro tuvo aviso de esta determinación de su majestad y por ganar lo que Almagro le prometió si le llevase la gobernación, es público que luego dio petición sobre ello, representando los servicios que el dicho don Diego de Almagro había hecho. Y se libró la provisión, informando siempre bien de Almagro, Cristóbal de Mena y Juan de Sosa, los cuales traían poder de Almagro, sin revocar el de Hernando Pizarro, sino porque si él no quisiese usar de él, que ellos, en su nombre, pidiesen las mercedes.
Concedióse de nuevo merced a don Francisco Pizarro de acrecentarle la gobernación otras setenta leguas de luengo de costa por la cuenta del meridiano para que dende adelante se contase la gobernación de Almagro, la cual se intituló la provincia del Nuevo Toledo, capitulando el emperador con Hernando Pizarro en nombre de Almagro, lo que con otros gobernadores se suele capitular. Nombráronse por oficiales de la real hacienda de esta provincia: por veedor Turuégano, por tesorero Manuel de Espinar, por contador, Juan de Guzmán; y a Almagro se le dio título de adelantado.
Pues como se hubiese dicho tantas cosas del Perú, y España estuviese tan inquieta con los tesoros que habían venido, muchos para pasar de acá vendían sus haciendas: con que pudieran vivir como sus padres, y murieron los más, miserablemente: en el Nombre de Dios, y por la mar, y en las guerras que después ha habido; tanto, que han vuelto pocos según han venido muchos. Los oficiales dejaban sus oficios y muchos a sus mujeres, con deseo de tener oro y de aquella plata. No sin razón se dijo que la codicia es raíz de todos los males. Como muchos se iban y dejaban a sus mujeres mozas y hermosas, acuérdome, estando yo en Córdoba, harto muchacho, que oía un cantar que decía entre otras cosas: "los que fuéredes al Perú, guardaos del cucurucú".